viernes, 17 de mayo de 2013

Clive Wearing, el hombre con 7 segundos de memoria.



El Hombre con 7 Segundos de Memoria es el título de un documental que narra la complicadísima vida de Clive Wearing, un hombre británico que desde hace 25 años sólo puede recordar lo que ha hecho durante los últimos 7 segundos de su vida. Wearing era un exitoso compositor musical, casado y con hijos, hasta que un simple herpes que derivó en una encefalitis lo cambió todo. Los médicos lo sometieron a un tratamiento y Wearing sobrevivió, pero su hipocampo había sufrido daños irreversibles. Desde aquel momento, Wearing perdió cualquier conexión con su vida anterior. No recordaba su infancia, su adolescencia ni su pasión por la música. Sólo se acordaba de su esposa Deborah, a la que había conocido 18 meses antes. Todo lo demás era una hoja en blanco que se llenaba y se borraba en 7 segundos. Para Wearing no había antes ni después. Sólo el presente, marcado por el caso de amnesia más grave del mundo.




jueves, 16 de mayo de 2013

Test de personalidad

A continuación, vamos a exponer un vídeo donde te hacen una serie de cuestiones personales, las cuales responderás con un papel y podrás ver un poquito más de tu personalidad y las prioridades de la vida que cada uno tiene.
Un consejo; no mires las respuestas y se honesto!!!




Otro vídeo elegido, es el efecto óptico que produce nuestro cerebro, os animo a hacerlo

Ver más allá

En este vídeo extraído de una película, aparentemente Patch Adams. Nos muestra que a veces no prestamos la atención que debemos hacia las cosas y no vemos más allá de lo que tenemos a simple vista.
No siempre la respuesta aparente es la respuesta correcta. Este vídeo llama la atención porque normalmente si se nos acercase alguien preguntándonos que cuantos dedos vemos, pensaríamos que esa persona tiene un problema en la cabeza, pero lo que resalto del vídeo es cuando al final dice el señor que al haberse acercado a él para saber qué quería decir con eso, muestra un grado de interés y de inteligencia.
Aquí se puede ver una de las facetas humanas, donde lo que tenemos que lograr es distanciarnos de aquello que es evidente y ver más allá para poder ver lo que nos rodea.
Hoy en día estamos influenciados por muchísimas cosas, pero si de verdad un día nos levantásemos y aunque sea un día cualquiera donde vamos a hacer lo mismo, nos fijásemos en las cosas que nos rodean, nos daríamos cuenta de una realidad que hemos dejado apartada por culpa de la rutina y de la evolución del ser humano.

¿Qué llama nuestra atención?

















La cueva de los ladrones.


En este experimento se involucró a 22 niños de 11 años de edad los cuales fueron llevados a un campamento de verano en el parque estatal ‘La cueva de los ladrones’ en Oklahoma, sin saber que eran los sujetos de un experimento. Antes del viaje se dividió – totalmente al azar – a los chicos en dos grupos. Son ellos los que forman la base del estudio sobre como se forman prejuicios y conflictos entre dos grupos de personas.
Cuando los chicos llegaron, cada grupo fue alojado en cabinas separadas y durante la primera semana no sabían de la existencia del otro grupo. Pasaban el tiempo conociéndose entre ellos, prácticaban natación y senderismo. Cada grupo eligió un nombre, unos se llamaban Eagles y los otros eran Rattlers.
Una vez que los dos grupos estaban establecidos, el experimento se trasladó a una segunda fase. Por primera vez se les permitió conocer al otro grupo y pronto surgieron signos de conflicto entre ellos en forma de insultos verbales.
Sin embargo, un poco de insultos no era suficiente. Los creadores del experimento querían aumentar considerablemente el conflicto, para ello se enfrentó a los grupos uno contra otro en una serie de competencias. Esto aumentó el antagonismo entre los dos grupos, especialmente una vez que todos los resultados de los equipos se sumaron y los Rattles ganaron un trofeo por las actividades realizadas. No se permitió que los Eagles lo olvidaran.
Los Rattles reclamaron el campo de juegos colocando su bandera en él. Más tarde, cada grupo comenzó a insultar y entonar canciones despectivas hacia el grupo contrario. Pasado poco tiempo, los dos grupos se niegan a comer en la misma habitación.
Una vez que se ha instigado a los conlictos entre los grupos de manera exitosa se procede a la fase final del experimento. ¿Podrían los creadores del experimento inducir ahora a los dos grupos a hacer las paces? En primer lugar intentaron organizar algunas actividades en las que los dos grupos se reunieran, tales como ver televisión o lanzar petardos, pero ninguna funcionó.
Entonces se intentó con un nuevo enfoque. Llevaron a los dos grupos a una nueva ubicación y se les dió una serie de problemas para resolver. En el primer problema se les dijó a los chicos que el suministro de agua potable había sido atacado por vándalos. Después de que los dos grupos habían trabajado juntos con éxito para desbloquear un grifo, las primeras semillas de la paz se sembraron.
En el segundo problema los dos grupos tuvieron que unirse para pagar por la película que quería ver. Ambos grupos coincidieron en que película deberían ver. Por la tarde los miembros de ambos grupos volvieron a comer juntos.
Los dos grupos se encontraron ‘accidentalmente’ con más problemas en los próximos días. La clave era que los chicos se encontraban con tareas que tenían un interés común en lograr. Al final los dos grupos decidieron viajar en el mismo autobus de regreso a casa. Se habían hecho las paces.
Sherif llegó a una conclusión importante a partir de este estudio y otros trabajos similares realizados entre las décadas de 1940 y 1950. Sostuvo que los grupos desarrollan de forma natural sus propias culturas, estructuras de estado y fronteras. Piensa en cada uno de estos grupos de muchachos como un país en el microcosmos. Cada país tiene su propia cultura, su gobierno, sistema legal y traza fronteras para diferenciarse de los países vecinos. A partir de estas estructuras internas, se crean las raíces del conflicto entre los países.
Una de las razones por las que el estudio de Sherif es tan famoso es porque parece mostrar como dos grupos se pueden reconciliar y como la paz puede florecer. La clave fue enfocarse en metas de orden superior, aquellas que se extendían más allá de los límites del grupo. Al parecer eso fue lo que unió a los Rattlers y a los Eagles.


El experimento de la cueva de los ladrones llevado a cabo por Muzafer y Carolyn Sherif  un estudio clásico sobre prejuicios y conflictos.
Los niveles desiguales de poder entre los grupos cambian fundamentalmente la dinámica entre ellos. Ya sea que se trate de países, empresas o familias, si un grupo tiene más poder de repente se sientan las bases para las competencias orquestadas y la cooperación, por no mencionar la manipulación. Manipular otros grupos es, sin embargo, un juego peligroso y los grupos débiles no siempre juegan bajo las reglas que se les han impuesto.


La conformidad de la norma.


La conformidad a la norma.

Los humanos por naturaleza tratamos de ser similares a nuestros semejantes, nos dejamos llevar por la moda, maneras de hablar e incluso actitudes de otras personas, muchas veces sin pensarlo. Pero ¿hasta dónde llega esa necesidad de similitud? ¿Crees que es posible que llegues a negar información que te envían tus propios sentidos sólo para estar de acuerdo con los demás?
Observa las imagenes que se encuentran debajo. Mira la figura de la izquierda y determina cual de las líneas (A, B o C) tiene su misma longitud.
Para la mayoría resultará obvio que la respuesta es la C. Y aún así, en un experimento de psicología realizado en la década de 1950, el 76% de las personas niegan sus propios sentidos al menos una vez, eligiendo ya fuera A o B. ¿Qué tipo de técnicas de presión psicológica se utilizaron para llegar a esto?
Lo fascinante de este experimento fue que su creador, el famoso psicólogo Solomon Asch, se propuso demostrar exactamente lo contrario. Un experimento anterior de Muzafer Sherif había encontrado que cuando las personas se enfrentan a hacer un juicio sobre una prueba ambigua, utilizaban los juicios de otras personas como punto de referencia.
Esto tiene mucho sentido. Si no estoy seguro de algo voy a consultar con alguien más. Pero esto sólo debería suceder cuando no estoy seguro. La situación es muy diferente cuando tengo información inequívoca, como cuando veo claramente la respuesta por mí mismo. El juicio de otras personas entonces no debería tener ningún efecto, o por lo menos eso es lo que Asch pensaba.
Para probar su teoría utilizó la ayuda de estudiantes hombres, uno a la vez eran colocados en una habitación junto con otras ocho personas que se hacían pasar por participantes. Se les mostraba un tres líneas que debían ser comparadas, similar al ejercicio que vimos anteriormente. A los participantes se les preguntaba cual de las líneas (A, B o C) tenía la misma longitud que la línea de referencia. El experimento se repitió 12 veces, cambiando cada vez el orden de la respuesta correcta.
Lo que los participantes no se dieron cuenta fue que las otras personas que estaban sentadas alrededor de la mesa eran parte del juego y su rol consistía en dar respuestas incorrectas. En la mitad de los ensayos los participantes eligieron la líneas más corta y en la otra mitad elegían la línea más larga.
El participante real -el que debía elegir por sí mismo- era el sexto en dar su respuesta, después de que los cinco anteriores hubieran dado su respuesta equivocada.
Los resultados fueron sorprendentes y no salieron exactamente como Asch había predicho:
   50% de las personas dieron la respuesta equivocada justo como los demás participantes, en más de la mitad de los ensayos.
   El 25% de los participantes se negó a dejarse llevar por los juicios falsos de los demás a lo largo de los 12 ensayos.
   5% siempre estuvieron conformes con la opinión de la mayoría.
   El porcentaje de conformidad a lo largo de los 12 ensayos fue de 33%.
¿Por qué los participantes habían estado de acuerdo con la mayoría? Asch los entrevistó después del experimento. Sus respuestas pueden sonar familiares:
     Todos sentimos ansiedad y miedo a recibir la desaprobación de los demás.
     La mayoría explicó que vio las líneas de manera diferente al grupo, pero luego sintió que el grupo estaba en lo correcto.
     Algunos dijeron que dieron la razón al grupo para evitar sobresalir, a pesar de que sabían que el grupo estaba equivocado.
                Un pequeño número de personas dijeron que realmente vieron las líneas de la misma manera que el grupo.

Las variaciones sobre el experimento original siguen y siguen, algunos con pequeños cambios, pero el hallazgo básico sigue siendo sólido. Si bien no es una sorpresa que nos copiemos unos a otros, es sorprendente como muchas personas se adaptan a otras a pesar de la evidencia de sus propios ojos. Ahora imagina que tan fácil es fomentar la conformidad cuando los niveles de ambigüedad son mucho mayores, cosa que sucede muy a menudo en la vida cotidiana.
La conformidad es en sí mismo un arma de doble filo. En muchas ocasiones necesitamos de la conformidad. De hecho, nuestras vidas serían más complicadas si no tuvieramos cierto grado de conformidad, por ejemplo, siguiendo las leyes que nos rigen o haciendo fila en el banco.

La prisión de Stanford



La prisión de Stanford.

Los mejores experimentos psicológicos proporcionan respuestas a aquellas preguntas referentes a la naturaleza humana, como ¿qué es lo que convierte a una persona en malvada? ¿puede una persona buena cometer actos malvados? si es así ¿qué es lo que provoca que la persona cruce la línea? ¿las situaciones en las que se coloca a la gente determinan su comportamiento?
La idea era simple: ver cómo hombres ordinarios, elegidos por ser sanos y normales responderían a un cambio radical en los roles que comúnmente desempeñaban en su vida. La mitad fueron elegidos para convertirse en guardias de la prisión, la otra mitad eran los prisioneros. En este experimento no hubo medias tintas, para que fuera eficaz tenía que aproximarse mucho a la experiencia entre presos y guardias. Sin duda, todo un reto para los participantes.
Los prisioneros eran arrestados y colocados en una patrulla mientras se encontraban haciendo su trabajo de todos los días. Luego se tomaron sus huellas digitales, se les vendaron los ojos y se les puso en una celda, fueron desnudados, desparasitados, se les asignó un uniforme, un número y se les colocó una cadena alrededor de un pie.
Los participantes que tenían el rol de guardias ya usaban sus uniformes. La prisión era en realidad un espacio especialmente acondicionado ubicado en el sótano de la Universidad de Stanford.
Y el experimento comenzó…
Todo estaba tranquilo hasta el segundo día, cuando los prisioneros se rebelaron contra su encarcelamiento. Las reprimendas de los guardias fueron rápidas y brutales. Guardias dejando a los prisioneros desnudos y alejados de las camas de la cárcel, colocaron al alborotador en confinamiento solitario y empezaron a acosar a todos los prisioneros.
Pronto, los prisioneros comenzaron a comportarse con una obediencia ciega hacia los guardias de la prisión. Después de sólo unos días de un realista juego de rol, los participantes informaron que sentían como si sus viejas identidades hubieran sido borradas. Se habían convertido en números. Así que también los guardias asumieron sus funciones burlándose y abusando de los prisioneros.
Incluso el líder de la investigación Philip Zimbardo admite que se sumergió en su papel de superintendente de la prisión. De hecho, Zimbardo cree que el resultado más poderoso de su experimento fue el de su propia transformación en una figura institucional rígida, más preocupado por la seguridad de su prisión que por el bienestar de sus participantes.
Otros miembros del equipo experimental se enfrascaron también en su nuevo papel. Craig Haney, colaborador de  Zimbardo, explicó que en algún punto estaba completamente dedicado a las crisis del día a día que se enfrentaban en la gestión de la prisión y se olvidó del objetivo de su experimento.
En total, el experimento sólo duró 6 de los 14 días previstos. Los hombres jóvenes que anteriormente decian ser pacifistas eran, en su papel de guardianes, humillantes, además, agredian físicamente a los prisioneros, algunos incluso informaron que lo disfrutaron. Los prisioneros, por su parte, rápidamente comenzaron a mostrar los signos clásicos de una crisis emocional. Cinco tuvieron que salir de la prisión, incluso antes de que el experimento fuera interrumpido prematuramente.
La explicación psicológica de la conducta de los participantes fue que ellos adoptaron los roles que les fueron asignados.  Esto incluye la adopción de normas sociales implícitas asociadas a esos roles: los guardias deben ser autoritarios y abusar de los prisioneros, mientras que los presos deben ser serviles y tener su castigo.
Inevitablemente, el experimento ha sido criticado por ser poco ético, además se trabajó con una muestra pequeña y no representativa, entre otras cosas. A pesar de esto, es difícil negar que el experimento ofrece pistas importantes sobre el comportamiento humano y ayuda a explicar los abusos que han ocurrido en otras prisiones.