jueves, 16 de mayo de 2013

La conformidad de la norma.


La conformidad a la norma.

Los humanos por naturaleza tratamos de ser similares a nuestros semejantes, nos dejamos llevar por la moda, maneras de hablar e incluso actitudes de otras personas, muchas veces sin pensarlo. Pero ¿hasta dónde llega esa necesidad de similitud? ¿Crees que es posible que llegues a negar información que te envían tus propios sentidos sólo para estar de acuerdo con los demás?
Observa las imagenes que se encuentran debajo. Mira la figura de la izquierda y determina cual de las líneas (A, B o C) tiene su misma longitud.
Para la mayoría resultará obvio que la respuesta es la C. Y aún así, en un experimento de psicología realizado en la década de 1950, el 76% de las personas niegan sus propios sentidos al menos una vez, eligiendo ya fuera A o B. ¿Qué tipo de técnicas de presión psicológica se utilizaron para llegar a esto?
Lo fascinante de este experimento fue que su creador, el famoso psicólogo Solomon Asch, se propuso demostrar exactamente lo contrario. Un experimento anterior de Muzafer Sherif había encontrado que cuando las personas se enfrentan a hacer un juicio sobre una prueba ambigua, utilizaban los juicios de otras personas como punto de referencia.
Esto tiene mucho sentido. Si no estoy seguro de algo voy a consultar con alguien más. Pero esto sólo debería suceder cuando no estoy seguro. La situación es muy diferente cuando tengo información inequívoca, como cuando veo claramente la respuesta por mí mismo. El juicio de otras personas entonces no debería tener ningún efecto, o por lo menos eso es lo que Asch pensaba.
Para probar su teoría utilizó la ayuda de estudiantes hombres, uno a la vez eran colocados en una habitación junto con otras ocho personas que se hacían pasar por participantes. Se les mostraba un tres líneas que debían ser comparadas, similar al ejercicio que vimos anteriormente. A los participantes se les preguntaba cual de las líneas (A, B o C) tenía la misma longitud que la línea de referencia. El experimento se repitió 12 veces, cambiando cada vez el orden de la respuesta correcta.
Lo que los participantes no se dieron cuenta fue que las otras personas que estaban sentadas alrededor de la mesa eran parte del juego y su rol consistía en dar respuestas incorrectas. En la mitad de los ensayos los participantes eligieron la líneas más corta y en la otra mitad elegían la línea más larga.
El participante real -el que debía elegir por sí mismo- era el sexto en dar su respuesta, después de que los cinco anteriores hubieran dado su respuesta equivocada.
Los resultados fueron sorprendentes y no salieron exactamente como Asch había predicho:
   50% de las personas dieron la respuesta equivocada justo como los demás participantes, en más de la mitad de los ensayos.
   El 25% de los participantes se negó a dejarse llevar por los juicios falsos de los demás a lo largo de los 12 ensayos.
   5% siempre estuvieron conformes con la opinión de la mayoría.
   El porcentaje de conformidad a lo largo de los 12 ensayos fue de 33%.
¿Por qué los participantes habían estado de acuerdo con la mayoría? Asch los entrevistó después del experimento. Sus respuestas pueden sonar familiares:
     Todos sentimos ansiedad y miedo a recibir la desaprobación de los demás.
     La mayoría explicó que vio las líneas de manera diferente al grupo, pero luego sintió que el grupo estaba en lo correcto.
     Algunos dijeron que dieron la razón al grupo para evitar sobresalir, a pesar de que sabían que el grupo estaba equivocado.
                Un pequeño número de personas dijeron que realmente vieron las líneas de la misma manera que el grupo.

Las variaciones sobre el experimento original siguen y siguen, algunos con pequeños cambios, pero el hallazgo básico sigue siendo sólido. Si bien no es una sorpresa que nos copiemos unos a otros, es sorprendente como muchas personas se adaptan a otras a pesar de la evidencia de sus propios ojos. Ahora imagina que tan fácil es fomentar la conformidad cuando los niveles de ambigüedad son mucho mayores, cosa que sucede muy a menudo en la vida cotidiana.
La conformidad es en sí mismo un arma de doble filo. En muchas ocasiones necesitamos de la conformidad. De hecho, nuestras vidas serían más complicadas si no tuvieramos cierto grado de conformidad, por ejemplo, siguiendo las leyes que nos rigen o haciendo fila en el banco.

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