La conformidad a
la norma.
Los humanos
por naturaleza tratamos de ser similares a nuestros semejantes, nos dejamos
llevar por la moda, maneras de hablar e incluso actitudes de otras
personas, muchas veces sin pensarlo. Pero ¿hasta dónde llega esa necesidad de
similitud? ¿Crees que es posible que llegues a negar información que te envían
tus propios sentidos sólo para estar de acuerdo con los demás?
Observa las imagenes que se
encuentran debajo. Mira la figura de la izquierda y determina cual de las
líneas (A, B o C) tiene su misma longitud.
Para la
mayoría resultará obvio que la respuesta es la C. Y aún así, en un
experimento de psicología realizado en la década de 1950, el 76% de las
personas niegan sus propios sentidos al menos una vez, eligiendo ya fuera A o
B. ¿Qué tipo de técnicas de presión psicológica se utilizaron para llegar a
esto?
Lo fascinante
de este experimento fue que su creador, el famoso psicólogo Solomon Asch,
se propuso demostrar exactamente lo contrario. Un experimento anterior de Muzafer
Sherif había encontrado que cuando las personas se enfrentan a hacer un
juicio sobre una prueba ambigua, utilizaban los juicios de otras personas como
punto de referencia.
Esto tiene mucho sentido. Si no
estoy seguro de algo voy a consultar con alguien más. Pero esto sólo debería
suceder cuando no estoy seguro. La situación es muy diferente cuando tengo
información inequívoca, como cuando veo claramente la respuesta por mí mismo.
El juicio de otras personas entonces no debería tener ningún efecto, o por lo menos
eso es lo que Asch pensaba.
Para probar
su teoría utilizó la ayuda de estudiantes hombres, uno a la vez eran colocados
en una habitación junto con otras ocho personas que se hacían pasar por
participantes. Se les mostraba un tres líneas que debían ser comparadas,
similar al ejercicio que vimos anteriormente. A los participantes se les
preguntaba cual de las líneas (A, B o C) tenía la misma longitud que la línea
de referencia. El experimento se repitió 12 veces, cambiando cada vez el orden
de la respuesta correcta.
Lo que los
participantes no se dieron cuenta fue que las otras personas que estaban
sentadas alrededor de la mesa eran parte del juego y su rol consistía en dar
respuestas incorrectas. En la mitad de los ensayos los participantes eligieron
la líneas más corta y en la otra mitad elegían la línea más larga.
El participante real -el
que debía elegir por sí mismo- era el sexto en dar su respuesta, después de
que los cinco anteriores hubieran dado su respuesta equivocada.
Los
resultados fueron sorprendentes y no salieron exactamente como Asch había
predicho:
•
50% de las
personas dieron la respuesta equivocada justo como los demás participantes, en
más de la mitad de los ensayos.
•
El 25% de los
participantes se negó a dejarse llevar por los juicios falsos de los demás a lo
largo de los 12 ensayos.
•
5% siempre
estuvieron conformes con la opinión de la mayoría.
•
El porcentaje
de conformidad a lo largo de los 12 ensayos fue de 33%.
¿Por qué los
participantes habían estado de acuerdo con la mayoría? Asch los entrevistó
después del experimento. Sus respuestas pueden sonar familiares:
•
Todos
sentimos ansiedad y miedo a recibir la desaprobación de los demás.
•
La
mayoría explicó que vio las líneas de manera diferente al grupo, pero luego
sintió que el grupo estaba en lo correcto.
•
Algunos dijeron que dieron la razón al grupo para evitar sobresalir, a pesar de
que sabían que el grupo estaba equivocado.
•
Un pequeño
número de personas dijeron que realmente vieron las líneas de la misma manera
que el grupo.
Las
variaciones sobre el experimento original siguen y siguen, algunos con pequeños
cambios, pero el hallazgo básico sigue siendo sólido. Si bien no es una
sorpresa que nos copiemos unos a otros, es sorprendente como muchas personas se
adaptan a otras a pesar de la evidencia de sus propios ojos. Ahora imagina que
tan fácil es fomentar la conformidad cuando los niveles de ambigüedad son mucho
mayores, cosa que sucede muy a menudo en la vida cotidiana.
La conformidad es en sí mismo un
arma de doble filo. En muchas ocasiones necesitamos de la conformidad. De
hecho, nuestras vidas serían más complicadas si no tuvieramos cierto grado de
conformidad, por ejemplo, siguiendo las leyes que nos rigen o haciendo fila en
el banco.
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