La prisión de
Stanford.
Los mejores experimentos
psicológicos proporcionan respuestas a aquellas preguntas referentes a la
naturaleza humana, como ¿qué es lo que convierte a una persona en malvada?
¿puede una persona buena cometer actos malvados? si es así ¿qué es lo que
provoca que la persona cruce la línea? ¿las situaciones en las que se coloca a
la gente determinan su comportamiento?
La idea era
simple: ver cómo hombres ordinarios, elegidos por ser sanos y normales
responderían a un cambio radical en los roles que comúnmente desempeñaban en su
vida. La mitad fueron elegidos para convertirse en guardias de la prisión, la
otra mitad eran los prisioneros. En este experimento no hubo medias tintas,
para que fuera eficaz tenía que aproximarse mucho a la experiencia entre presos
y guardias. Sin duda, todo un reto para los participantes.
Los prisioneros
eran arrestados y colocados en una patrulla mientras se encontraban
haciendo su trabajo de todos los días. Luego se tomaron sus huellas digitales,
se les vendaron los ojos y se les puso en una celda, fueron desnudados,
desparasitados, se les asignó un uniforme, un número y se les colocó una cadena
alrededor de un pie.
Los
participantes que tenían el rol de guardias ya usaban sus uniformes. La prisión
era en realidad un espacio especialmente acondicionado ubicado en el sótano de
la Universidad de Stanford.
Y el experimento comenzó…
Todo estaba
tranquilo hasta el segundo día, cuando los prisioneros se rebelaron
contra su encarcelamiento. Las reprimendas de los guardias fueron rápidas y
brutales. Guardias dejando a los prisioneros desnudos y alejados de las camas
de la cárcel, colocaron al alborotador en confinamiento solitario y
empezaron a acosar a todos los prisioneros.
Pronto, los prisioneros
comenzaron a comportarse con una obediencia ciega hacia los guardias de la
prisión. Después de sólo unos días de un realista juego de rol, los
participantes informaron que sentían como si sus viejas identidades hubieran sido
borradas. Se habían convertido en números. Así que también los guardias
asumieron sus funciones burlándose y abusando de los prisioneros.
Incluso el
líder de la investigación Philip Zimbardo admite que se sumergió en su papel de
superintendente de la prisión. De hecho, Zimbardo cree que el resultado
más poderoso de su experimento fue el de su propia transformación en una figura
institucional rígida, más preocupado por la seguridad de su prisión que por el
bienestar de sus participantes.
Otros miembros del equipo
experimental se enfrascaron también en su nuevo papel. Craig Haney, colaborador
de Zimbardo, explicó que en algún punto estaba completamente dedicado a
las crisis del día a día que se enfrentaban en la gestión de la prisión
y se olvidó del objetivo de su experimento.
En total, el
experimento sólo duró 6 de los 14 días previstos. Los hombres jóvenes que
anteriormente decian ser pacifistas eran, en su papel de guardianes,
humillantes, además, agredian físicamente a los prisioneros, algunos
incluso informaron que lo disfrutaron. Los prisioneros, por su parte,
rápidamente comenzaron a mostrar los signos clásicos de una crisis emocional.
Cinco tuvieron que salir de la prisión, incluso antes de que el experimento
fuera interrumpido prematuramente.
La explicación
psicológica de la conducta de los participantes fue que ellos adoptaron los
roles que les fueron asignados. Esto incluye la adopción de normas
sociales implícitas asociadas a esos roles: los guardias deben ser autoritarios
y abusar de los prisioneros, mientras que los presos deben ser serviles y tener
su castigo.
Inevitablemente, el experimento ha
sido criticado por ser poco ético, además se trabajó con una muestra pequeña y
no representativa, entre otras cosas. A pesar de esto, es difícil negar que el
experimento ofrece pistas importantes sobre el comportamiento humano y ayuda a
explicar los abusos que han ocurrido en otras prisiones.
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