jueves, 16 de mayo de 2013

La prisión de Stanford



La prisión de Stanford.

Los mejores experimentos psicológicos proporcionan respuestas a aquellas preguntas referentes a la naturaleza humana, como ¿qué es lo que convierte a una persona en malvada? ¿puede una persona buena cometer actos malvados? si es así ¿qué es lo que provoca que la persona cruce la línea? ¿las situaciones en las que se coloca a la gente determinan su comportamiento?
La idea era simple: ver cómo hombres ordinarios, elegidos por ser sanos y normales responderían a un cambio radical en los roles que comúnmente desempeñaban en su vida. La mitad fueron elegidos para convertirse en guardias de la prisión, la otra mitad eran los prisioneros. En este experimento no hubo medias tintas, para que fuera eficaz tenía que aproximarse mucho a la experiencia entre presos y guardias. Sin duda, todo un reto para los participantes.
Los prisioneros eran arrestados y colocados en una patrulla mientras se encontraban haciendo su trabajo de todos los días. Luego se tomaron sus huellas digitales, se les vendaron los ojos y se les puso en una celda, fueron desnudados, desparasitados, se les asignó un uniforme, un número y se les colocó una cadena alrededor de un pie.
Los participantes que tenían el rol de guardias ya usaban sus uniformes. La prisión era en realidad un espacio especialmente acondicionado ubicado en el sótano de la Universidad de Stanford.
Y el experimento comenzó…
Todo estaba tranquilo hasta el segundo día, cuando los prisioneros se rebelaron contra su encarcelamiento. Las reprimendas de los guardias fueron rápidas y brutales. Guardias dejando a los prisioneros desnudos y alejados de las camas de la cárcel, colocaron al alborotador en confinamiento solitario y empezaron a acosar a todos los prisioneros.
Pronto, los prisioneros comenzaron a comportarse con una obediencia ciega hacia los guardias de la prisión. Después de sólo unos días de un realista juego de rol, los participantes informaron que sentían como si sus viejas identidades hubieran sido borradas. Se habían convertido en números. Así que también los guardias asumieron sus funciones burlándose y abusando de los prisioneros.
Incluso el líder de la investigación Philip Zimbardo admite que se sumergió en su papel de superintendente de la prisión. De hecho, Zimbardo cree que el resultado más poderoso de su experimento fue el de su propia transformación en una figura institucional rígida, más preocupado por la seguridad de su prisión que por el bienestar de sus participantes.
Otros miembros del equipo experimental se enfrascaron también en su nuevo papel. Craig Haney, colaborador de  Zimbardo, explicó que en algún punto estaba completamente dedicado a las crisis del día a día que se enfrentaban en la gestión de la prisión y se olvidó del objetivo de su experimento.
En total, el experimento sólo duró 6 de los 14 días previstos. Los hombres jóvenes que anteriormente decian ser pacifistas eran, en su papel de guardianes, humillantes, además, agredian físicamente a los prisioneros, algunos incluso informaron que lo disfrutaron. Los prisioneros, por su parte, rápidamente comenzaron a mostrar los signos clásicos de una crisis emocional. Cinco tuvieron que salir de la prisión, incluso antes de que el experimento fuera interrumpido prematuramente.
La explicación psicológica de la conducta de los participantes fue que ellos adoptaron los roles que les fueron asignados.  Esto incluye la adopción de normas sociales implícitas asociadas a esos roles: los guardias deben ser autoritarios y abusar de los prisioneros, mientras que los presos deben ser serviles y tener su castigo.
Inevitablemente, el experimento ha sido criticado por ser poco ético, además se trabajó con una muestra pequeña y no representativa, entre otras cosas. A pesar de esto, es difícil negar que el experimento ofrece pistas importantes sobre el comportamiento humano y ayuda a explicar los abusos que han ocurrido en otras prisiones.









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