El Hombre con 7 Segundos de Memoria es el título de un documental que narra la complicadísima vida de Clive Wearing, un hombre británico que desde hace 25 años sólo puede recordar lo que ha hecho durante los últimos 7 segundos de su vida. Wearing era un exitoso compositor musical, casado y con hijos, hasta que un simple herpes que derivó en una encefalitis lo cambió todo. Los médicos lo sometieron a un tratamiento y Wearing sobrevivió, pero su hipocampo había sufrido daños irreversibles. Desde aquel momento, Wearing perdió cualquier conexión con su vida anterior. No recordaba su infancia, su adolescencia ni su pasión por la música. Sólo se acordaba de su esposa Deborah, a la que había conocido 18 meses antes. Todo lo demás era una hoja en blanco que se llenaba y se borraba en 7 segundos. Para Wearing no había antes ni después. Sólo el presente, marcado por el caso de amnesia más grave del mundo.
viernes, 17 de mayo de 2013
jueves, 16 de mayo de 2013
Test de personalidad
A continuación, vamos a exponer un vídeo donde te hacen una serie de cuestiones personales, las cuales responderás con un papel y podrás ver un poquito más de tu personalidad y las prioridades de la vida que cada uno tiene.
Un consejo; no mires las respuestas y se honesto!!!
Otro vídeo elegido, es el efecto óptico que produce nuestro cerebro, os animo a hacerlo
Un consejo; no mires las respuestas y se honesto!!!
Otro vídeo elegido, es el efecto óptico que produce nuestro cerebro, os animo a hacerlo
Ver más allá
En este vídeo extraído de una película, aparentemente Patch Adams. Nos muestra que a veces no prestamos la atención que debemos hacia las cosas y no vemos más allá de lo que tenemos a simple vista.
No siempre la respuesta aparente es la respuesta correcta. Este vídeo llama la atención porque normalmente si se nos acercase alguien preguntándonos que cuantos dedos vemos, pensaríamos que esa persona tiene un problema en la cabeza, pero lo que resalto del vídeo es cuando al final dice el señor que al haberse acercado a él para saber qué quería decir con eso, muestra un grado de interés y de inteligencia.
Aquí se puede ver una de las facetas humanas, donde lo que tenemos que lograr es distanciarnos de aquello que es evidente y ver más allá para poder ver lo que nos rodea.
Hoy en día estamos influenciados por muchísimas cosas, pero si de verdad un día nos levantásemos y aunque sea un día cualquiera donde vamos a hacer lo mismo, nos fijásemos en las cosas que nos rodean, nos daríamos cuenta de una realidad que hemos dejado apartada por culpa de la rutina y de la evolución del ser humano.
No siempre la respuesta aparente es la respuesta correcta. Este vídeo llama la atención porque normalmente si se nos acercase alguien preguntándonos que cuantos dedos vemos, pensaríamos que esa persona tiene un problema en la cabeza, pero lo que resalto del vídeo es cuando al final dice el señor que al haberse acercado a él para saber qué quería decir con eso, muestra un grado de interés y de inteligencia.
Aquí se puede ver una de las facetas humanas, donde lo que tenemos que lograr es distanciarnos de aquello que es evidente y ver más allá para poder ver lo que nos rodea.
Hoy en día estamos influenciados por muchísimas cosas, pero si de verdad un día nos levantásemos y aunque sea un día cualquiera donde vamos a hacer lo mismo, nos fijásemos en las cosas que nos rodean, nos daríamos cuenta de una realidad que hemos dejado apartada por culpa de la rutina y de la evolución del ser humano.
La cueva de los ladrones.
En este
experimento se involucró a 22 niños de 11 años de edad los cuales fueron
llevados a un campamento de verano en el parque estatal ‘La cueva de los
ladrones’ en Oklahoma, sin saber que eran los sujetos de un experimento.
Antes del viaje se dividió – totalmente al azar – a los chicos en dos
grupos. Son ellos los que forman la base del estudio sobre como se forman
prejuicios y conflictos entre dos grupos de personas.
Cuando los
chicos llegaron, cada grupo fue alojado en cabinas separadas y durante la
primera semana no sabían de la existencia del otro grupo. Pasaban el tiempo
conociéndose entre ellos, prácticaban natación y senderismo. Cada grupo eligió
un nombre, unos se llamaban Eagles y los otros eran Rattlers.
Una vez que
los dos grupos estaban establecidos, el experimento se trasladó a una segunda
fase. Por primera vez se les permitió conocer al otro grupo y pronto surgieron
signos de conflicto entre ellos en forma de insultos verbales.
Sin embargo,
un poco de insultos no era suficiente. Los creadores del experimento querían
aumentar considerablemente el conflicto, para ello se enfrentó a los grupos uno contra otro en una serie de competencias.
Esto aumentó el antagonismo entre los dos grupos, especialmente una vez que
todos los resultados de los equipos se sumaron y los Rattles ganaron un
trofeo por las actividades realizadas. No se permitió que los Eagles lo
olvidaran.
Los Rattles
reclamaron el campo de juegos colocando su bandera en él. Más tarde, cada grupo
comenzó a insultar y entonar canciones despectivas hacia el grupo contrario.
Pasado poco tiempo, los dos grupos se niegan a comer en la misma habitación.
Una vez que
se ha instigado a los conlictos entre los grupos de manera exitosa se procede a
la fase final del experimento. ¿Podrían
los creadores del experimento inducir ahora a los dos grupos a hacer las paces?
En primer lugar intentaron organizar algunas actividades en las que los dos
grupos se reunieran, tales como ver televisión o lanzar petardos, pero ninguna
funcionó.
Entonces se intentó con un nuevo
enfoque. Llevaron a los dos grupos a una nueva ubicación y se les dió una serie
de problemas para resolver. En el primer problema se les dijó a los chicos que
el suministro de agua potable había sido atacado por vándalos. Después de que
los dos grupos habían trabajado juntos con éxito para desbloquear un grifo, las
primeras semillas de la paz se sembraron.
En el segundo
problema los dos grupos tuvieron que unirse para pagar por la película que
quería ver. Ambos grupos coincidieron en que película deberían ver. Por la
tarde los miembros de ambos grupos volvieron a comer juntos.
Los dos grupos
se encontraron ‘accidentalmente’ con más problemas en los próximos días.
La clave era que los chicos se encontraban con tareas que tenían un interés
común en lograr. Al final los dos grupos decidieron viajar en el mismo autobus
de regreso a casa. Se habían hecho las
paces.
Sherif llegó
a una conclusión importante a partir de este estudio y otros trabajos similares
realizados entre las décadas de 1940 y 1950. Sostuvo que los grupos desarrollan
de forma natural sus propias culturas, estructuras de estado y fronteras.
Piensa en cada uno de estos grupos de muchachos como un país en el microcosmos.
Cada país tiene su propia cultura, su gobierno, sistema legal y traza fronteras
para diferenciarse de los países vecinos. A partir de estas estructuras internas,
se crean las raíces del conflicto entre los países.
Una de las razones por las que el
estudio de Sherif es tan famoso es porque parece mostrar como dos grupos se
pueden reconciliar y como la paz puede florecer. La clave fue enfocarse en
metas de orden superior, aquellas que se extendían más allá de los límites del
grupo. Al parecer eso fue lo que unió a los Rattlers y a los Eagles.
El
experimento de la cueva de los ladrones llevado a cabo por Muzafer y Carolyn Sherif un estudio clásico sobre prejuicios y conflictos.
Los niveles desiguales de poder
entre los grupos cambian fundamentalmente la dinámica entre ellos. Ya sea que
se trate de países, empresas o familias, si un grupo tiene más poder de repente
se sientan las bases para las competencias orquestadas y la cooperación, por no
mencionar la manipulación. Manipular otros grupos es, sin embargo, un juego
peligroso y los grupos débiles no
siempre juegan bajo las reglas que se les han impuesto.
La conformidad de la norma.
La conformidad a
la norma.
Los humanos
por naturaleza tratamos de ser similares a nuestros semejantes, nos dejamos
llevar por la moda, maneras de hablar e incluso actitudes de otras
personas, muchas veces sin pensarlo. Pero ¿hasta dónde llega esa necesidad de
similitud? ¿Crees que es posible que llegues a negar información que te envían
tus propios sentidos sólo para estar de acuerdo con los demás?
Observa las imagenes que se
encuentran debajo. Mira la figura de la izquierda y determina cual de las
líneas (A, B o C) tiene su misma longitud.
Para la
mayoría resultará obvio que la respuesta es la C. Y aún así, en un
experimento de psicología realizado en la década de 1950, el 76% de las
personas niegan sus propios sentidos al menos una vez, eligiendo ya fuera A o
B. ¿Qué tipo de técnicas de presión psicológica se utilizaron para llegar a
esto?
Lo fascinante
de este experimento fue que su creador, el famoso psicólogo Solomon Asch,
se propuso demostrar exactamente lo contrario. Un experimento anterior de Muzafer
Sherif había encontrado que cuando las personas se enfrentan a hacer un
juicio sobre una prueba ambigua, utilizaban los juicios de otras personas como
punto de referencia.
Esto tiene mucho sentido. Si no
estoy seguro de algo voy a consultar con alguien más. Pero esto sólo debería
suceder cuando no estoy seguro. La situación es muy diferente cuando tengo
información inequívoca, como cuando veo claramente la respuesta por mí mismo.
El juicio de otras personas entonces no debería tener ningún efecto, o por lo menos
eso es lo que Asch pensaba.
Para probar
su teoría utilizó la ayuda de estudiantes hombres, uno a la vez eran colocados
en una habitación junto con otras ocho personas que se hacían pasar por
participantes. Se les mostraba un tres líneas que debían ser comparadas,
similar al ejercicio que vimos anteriormente. A los participantes se les
preguntaba cual de las líneas (A, B o C) tenía la misma longitud que la línea
de referencia. El experimento se repitió 12 veces, cambiando cada vez el orden
de la respuesta correcta.
Lo que los
participantes no se dieron cuenta fue que las otras personas que estaban
sentadas alrededor de la mesa eran parte del juego y su rol consistía en dar
respuestas incorrectas. En la mitad de los ensayos los participantes eligieron
la líneas más corta y en la otra mitad elegían la línea más larga.
El participante real -el
que debía elegir por sí mismo- era el sexto en dar su respuesta, después de
que los cinco anteriores hubieran dado su respuesta equivocada.
Los
resultados fueron sorprendentes y no salieron exactamente como Asch había
predicho:
•
50% de las
personas dieron la respuesta equivocada justo como los demás participantes, en
más de la mitad de los ensayos.
•
El 25% de los
participantes se negó a dejarse llevar por los juicios falsos de los demás a lo
largo de los 12 ensayos.
•
5% siempre
estuvieron conformes con la opinión de la mayoría.
•
El porcentaje
de conformidad a lo largo de los 12 ensayos fue de 33%.
¿Por qué los
participantes habían estado de acuerdo con la mayoría? Asch los entrevistó
después del experimento. Sus respuestas pueden sonar familiares:
•
Todos
sentimos ansiedad y miedo a recibir la desaprobación de los demás.
•
La
mayoría explicó que vio las líneas de manera diferente al grupo, pero luego
sintió que el grupo estaba en lo correcto.
•
Algunos dijeron que dieron la razón al grupo para evitar sobresalir, a pesar de
que sabían que el grupo estaba equivocado.
•
Un pequeño
número de personas dijeron que realmente vieron las líneas de la misma manera
que el grupo.
Las
variaciones sobre el experimento original siguen y siguen, algunos con pequeños
cambios, pero el hallazgo básico sigue siendo sólido. Si bien no es una
sorpresa que nos copiemos unos a otros, es sorprendente como muchas personas se
adaptan a otras a pesar de la evidencia de sus propios ojos. Ahora imagina que
tan fácil es fomentar la conformidad cuando los niveles de ambigüedad son mucho
mayores, cosa que sucede muy a menudo en la vida cotidiana.
La conformidad es en sí mismo un
arma de doble filo. En muchas ocasiones necesitamos de la conformidad. De
hecho, nuestras vidas serían más complicadas si no tuvieramos cierto grado de
conformidad, por ejemplo, siguiendo las leyes que nos rigen o haciendo fila en
el banco.
La prisión de Stanford
La prisión de
Stanford.
Los mejores experimentos
psicológicos proporcionan respuestas a aquellas preguntas referentes a la
naturaleza humana, como ¿qué es lo que convierte a una persona en malvada?
¿puede una persona buena cometer actos malvados? si es así ¿qué es lo que
provoca que la persona cruce la línea? ¿las situaciones en las que se coloca a
la gente determinan su comportamiento?
La idea era
simple: ver cómo hombres ordinarios, elegidos por ser sanos y normales
responderían a un cambio radical en los roles que comúnmente desempeñaban en su
vida. La mitad fueron elegidos para convertirse en guardias de la prisión, la
otra mitad eran los prisioneros. En este experimento no hubo medias tintas,
para que fuera eficaz tenía que aproximarse mucho a la experiencia entre presos
y guardias. Sin duda, todo un reto para los participantes.
Los prisioneros
eran arrestados y colocados en una patrulla mientras se encontraban
haciendo su trabajo de todos los días. Luego se tomaron sus huellas digitales,
se les vendaron los ojos y se les puso en una celda, fueron desnudados,
desparasitados, se les asignó un uniforme, un número y se les colocó una cadena
alrededor de un pie.
Los
participantes que tenían el rol de guardias ya usaban sus uniformes. La prisión
era en realidad un espacio especialmente acondicionado ubicado en el sótano de
la Universidad de Stanford.
Y el experimento comenzó…
Todo estaba
tranquilo hasta el segundo día, cuando los prisioneros se rebelaron
contra su encarcelamiento. Las reprimendas de los guardias fueron rápidas y
brutales. Guardias dejando a los prisioneros desnudos y alejados de las camas
de la cárcel, colocaron al alborotador en confinamiento solitario y
empezaron a acosar a todos los prisioneros.
Pronto, los prisioneros
comenzaron a comportarse con una obediencia ciega hacia los guardias de la
prisión. Después de sólo unos días de un realista juego de rol, los
participantes informaron que sentían como si sus viejas identidades hubieran sido
borradas. Se habían convertido en números. Así que también los guardias
asumieron sus funciones burlándose y abusando de los prisioneros.
Incluso el
líder de la investigación Philip Zimbardo admite que se sumergió en su papel de
superintendente de la prisión. De hecho, Zimbardo cree que el resultado
más poderoso de su experimento fue el de su propia transformación en una figura
institucional rígida, más preocupado por la seguridad de su prisión que por el
bienestar de sus participantes.
Otros miembros del equipo
experimental se enfrascaron también en su nuevo papel. Craig Haney, colaborador
de Zimbardo, explicó que en algún punto estaba completamente dedicado a
las crisis del día a día que se enfrentaban en la gestión de la prisión
y se olvidó del objetivo de su experimento.
En total, el
experimento sólo duró 6 de los 14 días previstos. Los hombres jóvenes que
anteriormente decian ser pacifistas eran, en su papel de guardianes,
humillantes, además, agredian físicamente a los prisioneros, algunos
incluso informaron que lo disfrutaron. Los prisioneros, por su parte,
rápidamente comenzaron a mostrar los signos clásicos de una crisis emocional.
Cinco tuvieron que salir de la prisión, incluso antes de que el experimento
fuera interrumpido prematuramente.
La explicación
psicológica de la conducta de los participantes fue que ellos adoptaron los
roles que les fueron asignados. Esto incluye la adopción de normas
sociales implícitas asociadas a esos roles: los guardias deben ser autoritarios
y abusar de los prisioneros, mientras que los presos deben ser serviles y tener
su castigo.
Inevitablemente, el experimento ha
sido criticado por ser poco ético, además se trabajó con una muestra pequeña y
no representativa, entre otras cosas. A pesar de esto, es difícil negar que el
experimento ofrece pistas importantes sobre el comportamiento humano y ayuda a
explicar los abusos que han ocurrido en otras prisiones.
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